Por Fernando Ballesteros
Querido tocayo:
Dicen que un rayo no cae dos veces en el mismo sitio. Pero anoche cayó….
¡Y cayó contigo otra vez!
Esta madrugada, a las 2:39 del Este, en medio del juego más largo en la historia de las Series Mundiales –empatado con el de 2018 entre Red-Sox y Dodgers–, el beisbol te buscó de nuevo.…Y tú no fallaste.
Cuando las piernas ya no respondían y la emoción le ganaba a la razón, cuando todos esperaban un suspiro desde el corazón, tú diste un trueno.
Sí, como tu walkoff inolvidable del año pasado contra los arrogantes Yankees, como la marca de un elegido, volviste a encender la noche con un swing preciso, quirúrgico, devastador.
La mandaste a volar, sí, pero también mandaste a dormir a los Blue Jays y a los millones de fanáticos que seguíamos el juego por las pantallas.
¡Literal tocayo! nos mandaste a todos a dormir, como el asesino Steph Curry: Te giraste, bajaste la cabeza y caminaste con la seguridad de quien ya sabía lo que había hecho. No necesitaste verlo volar y solo sonreíste porque cuando el Chef del beisbol cocina, no hay plato que se le resista.
Ciertamente eres canadiense, pero perteneces a TODO el beisbol. A los que crecieron con un guante en la mano y una ilusión en el pecho. A los que entienden que las raíces no se olvidan: Tu madre creció en Toronto, y aunque ya no está para celebrar esta gesta contigo, Canadá entera gritó contigo. No era solo por los Dodgers. ¡Era por ella también!
Tocayo, este jonrón también fue por tu hijo Maximus. El pequeño pasó por momentos muy duros por un diagnóstico que puso en pausa la vida misma y la tuya en el beisbol. Por eso cuando lo abrazaste al llegar al plato, todos supimos que ese jonrón no era solo por un campeonato….Era por la familia, por la fe, por la lucha diaria.
Fue el golpe más humano de una leyenda viva.
Tocayo, anoche no solo te vestiste de héroe….
Eres el símbolo de lo que este juego representa: corazón, resiliencia, amor, legado.
Gracias por recordarnos que el beisbol no es solo números, ni estadísticas, ni swings. Es historia. Es emoción. Es ese momento en el que el estadio retumba y el alma se detiene.
Porque cada vez que vienes a batear y anuncian tu apellido «Free-man», todos sabemos quien está en home: El hombre libre.
