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    “El monólogo del poder»

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    Por: Caballo de Troya

    Chihuahua, Chih., a 18 de enero del 2022.-  El monólogo no es más que un diálogo individual. Muy ilustrador cuando se hace de cara a las audiencias, pues es capaz de reflejar el pensamiento del emisor, y permite además reconocer su propia psicología.

    El psicólogo social León Festinger, autor de la teoría de disonancia cognitiva,  explica las distorsiones de la realidad que operan en la mente de los grandes perpetradores para vivir con la carga de sus actos. Festinger realizó un estudio que demostró que la mente de quienes se autoengañan resuelve la disonancia cognitiva “aceptando la mentira como una verdad”.

    Porque en Chihuahua se vive una involución que demuestra que la historia es cíclica y tristemente, tiende a repetir hechos que creíamos superados, sepultados en los terregales del pasado, y que hoy resurgen como la hidra de mil cabezas. Es así que, cual coro de iglesia, se repiten los argumentos, las explicaciones, las teorías del complot… todo para llegar al mismo punto, que es de partida y destino al mismo tiempo.

    Todo pareciera resumirse a demostrar que la actual gobernadora que alcanzó la posición, seguirá en ella y se hará merecedora de tal honor por hacer sido, seguir siendo y continuar machaconamente en su calidad de víctima de su antecesor, como lo fue así el exgobernador Javier Corral de César Duarte.

    La pandemia no importa, la violencia tampoco, la gobernanza menos. No acredita su importancia la contratación de una deuda que mantendrá a la entidad en su triste condición de deudor durante más de 20 años.

    Tampoco llama la atención que en tiempos de vacas flacas, solo el bolsillo del gobernante en turno pueda engrosar, a pesar de que la plantilla laboral de ese mismo gobierno no vea materializadas siquiera sus prestaciones más elementales para sus empleados.

    No, aquí sólo importa el monólogo del poder que alimenta la ambición de unos cuantos que se suman al mismo coro de alabanza y autoengaño a cambio de las migajas del poder. Alabanza y autoengaño es el clima perfecto para el florecimiento de otro padecimiento: el síndrome de ‘hubris’ que tiene hoy categoría clínica gracias al médico y político británico sir David Owen, quien define las características principales de este padecimiento mental en su libro ‘En el poder y en la enfermedad’ como un trastorno de la personalidad que no se da sino en medio de cultivo del poder, que lo activa y exacerba.

    Es así como se explica cómo el poder enajenante altera radicalmente la conducta y llega a tener carácter tan absoluto que termina favoreciendo la supresión de las reglas del juego democrático. ¿Suena familiar? porque devora todo a su paso, hasta llegar a la eliminación de todos los demás poderes que necesariamente debieran funcionar como contrapesos, porque pareciera también inexistente el legislativo y no se diga, el poder judicial, también sometido a los caprichos del monólogo que se extiende y amenaza con devorar en su obsesión  todo lo que se atraviese a su paso depredador.

    Es así que ahora ha dejado de importar la realidad, pues se desdobla por encima la construcción de otra realidad alterna, manufacturada al amparo de contratos publicitarios que se han sometido al interés mesiánico del poder narcisista. Se dice que es entonces, cuando al buscar hacerse un lugar privilegiado en la historia, quien posee ese poder absolutista habla en tercera persona al referirse a sí mismo.

    Siendo capaz solo de mantener el monólogo con su propio poder, sigue en tropel hacia la crónica de su propia caída, en el presagio de su persecutor, que no es más que el fantasma de la corrupción, ese que siempre acaba plasmado en las cuentas que alguien llevó de cuánto y a quién pagaba, aún cuando los jueces que lo acreditaron como válido para establecer al menos la duda razonable, ahora se desdicen, sometidos a la monologuista en turno.

    Bajo estas circunstancias, harto complicado resulta hacerle entender que querer el poder no es suficiente, que no vale cuando se ignora para qué se quiere.

    Sin lugar a dudas, los monólogos del poder son la puerta de acceso que permiten escudriñar las mentalidades que orientan a los bandos de la confrontación, entender para combatir, si y solo si tenemos siempre presente que precisamos de contrastes y voces disonantes. De lo contrario poco o nada habremos aprendido.

    Y cuando menos, nos atrevamos a darle paso a la duda. ¡Dudemos! Que al dudar estaremos dando el primer paso hacia la verdad.

    De cara al monólogo del poder, cabe también preguntarse quién merece detentar ese poder. Se atribuye a Charles Chaplin el irreductible consejo: “No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad”. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: «El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…»

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