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    La primera fiesta del Bowe Najativo

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    Por: Jesús Hernández Olivas

    + En agosto del 2020, agentes de la Policía Ministerial y de la Policía Estatal del Estado de Chihuahua irrumpieron en las instalaciones del taller y detuvieron a 50 personas de la comunidad rarámuri, así como a integrantes de la asociación civil Consultoría Técnica Comunitaria.

    + El empresario Fernando Cuesta Miledi es el responsable de la demanda que pesa sobre la comunidad por «despojo y daño ambiental» por la construcción del taller en terrenos de los que se dice propietario.

    Fotografía: Cortesía Raúl Fernando / Raíchali.

    «Los ralámuli dicen que el hombre tiene tres alewá (almas) y la mujer cuatro;
    y es que las mujeres ‘son más fuertes que los hombres’:
    paren a los hijos, los cuidan y además trabajan todo el día.
    Los chabóchi (palabra con que designan al mestizo) tienen dos, como los animales».

    Ana Paula Pintado en «Las cosmovisiones»
    Atlas de los Pueblos Indígenas del Norte de México.

    Es sábado al mediodía en Cerro de la Virgen, todavía faltan algunas horas para iniciar la celebración por la apertura del taller de costura Bowe Najativo, pero en el patio de la fiesta ya hay un grupo de hombres que ríen con ganas mientras cortan trozos de carne de una vaca sacrificada para la ocasión. Adentro del taller de costura, las mujeres se agrupan en la cocina, desgranan el maíz, preparan los alimentos para ofrecer en la fiesta, también ríen, platican y se mueven a través del reducido espacio con pasos breves, ligeros y precisos.

    Al entrar en otra de las habitaciones del taller, encuentro dos tambos de 200 litros cada uno. En el aire flota un aroma dulce. Los recipientes están llenos de batari o teswino, la bebida ceremonial del pueblo rarámuri y de otros grupos indígenas del norte de México. «¿Huele rico?», me pregunta Teresa González con una sonrisa en el rostro.

    «Bowe Najativo quiere decir ‘seguir el camino’, es para que los niños, niñas y jóvenes sigan trabajando, que sigan estos pasos. Yo nomás puse la primera piedra, como quien dice», me explica contenta por ver uno de sus sueños realizado.

    Teresa González Parra es la titular del proyecto Bowe Najativo, taller de costura comunitario que surgió como parte del fideicomiso de reparación de daños que Bosques de San Elías Repechique obtuvo en 2016, después de que la comunidad se amparó jurídicamente por la construcción del aeropuerto Barrancas del Cobre sobre su territorio rarámuri.

    El Gobierno del Estado de Chihuahua, durante la administración del exgobernador César Duarte Jáquez, inició la construcción de la obra turística sin haber consultado e informado previamente a la comunidad, como lo estipula el Convenio 169 de la Organización del Trabajo para Pueblos Indígenas y Tribales, ratificado por México desde 1990. Con este antecedente, el Juez Octavo de Distrito ordenó al Gobierno de Chihuahua pagar daños materiales e inmateriales a Bosques de San Elías Repechique por un total de 65 millones de pesos, que serían ejercidos a través de proyectos elaborados y ejecutados por la misma comunidad, como el caso de este taller de costura.

    Teresa González (izquierda, de rojo) acompañada de Rosa Elvira (derecha, de verde) con la casa de costura Bowe Najativo de fondo.

    Sin embargo, la consolidación de Bowe Najativo no ha sido fácil. En primer lugar por el tiempo que les ha costado ponerse de acuerdo, pues un proyecto así no se diseña de la noche a la mañana, en especial en una comunidad como Bosques de San Elías Repechique, donde las personas pueden vivir a horas de distancia unas de otras en trayectos que realizan, la mayoría de las veces, caminando. Sin embargo, el principal obstáculo que han enfrentado es el acoso permanente por parte del «propietario» de las tierras donde se construyó la casa de costura: el empresario hotelero Fernando Cuesta Miledi, que en agosto de 2020 interpuso una demanda contra Teresa González por ser ella quien aparece como responsable del proyecto.

    «Todos somos Teresa»

    Para las comunidades indígenas de nuestro país, acceder a la justicia es algo que toma muchos años, incluso décadas, pues no cuentan con papeles que les acrediten la propiedad «legítima» de sus diversos y amplios territorios, a pesar de haber nacido en ellos, a pesar de haberlos cuidado durante generaciones. Esta lucha por el reconocimiento de sus derechos territoriales les cuesta, además, un profundo desgaste físico y emocional que ninguna cantidad de dinero podría reparar.

    En cambio, para los particulares de origen mestizo, como Cuesta Miledi y otras familias que fueron favorecidas a lo largo de la historia con títulos de propiedad sobre territorios de la sierra, resulta más sencillo movilizar a la justicia en su favor. Para muestra, cuando Cuesta Miledi interpuso su demanda en 2020, no tardaron en llegar 16 agentes ministeriales y policías estatales a la casa de costura.

    Los agentes preguntaron por Teresa González Parra. “Todos somos Teresa”, respondía la gente, como si se tratara de Fuenteovejuna en su versión serrana. Así, los ministeriales tuvieron que llevarse detenidas a casi 50 personas, incluyendo niños y niñas, también a Diana Villalobos, directora de Consultoría Técnica Comunitaria, la asociación civil que ha acompañado jurídicamente a Bosques de San Elías Repechique en la búsqueda de justicia y reconocimiento sobre el territorio indígena.

    A pesar de los obstáculos, la comunidad siguió la construcción del taller. Por eso se ha convocado a la fiesta tradicional que se celebra este sábado 12 de junio, no sólo para inaugurar Bowe Najativo, también para honrar a Onorúame-Eyerúame –la deidad Padre-Madre rarámuri– y convidarle de la fiesta. Sólo así a la casa de costura le irá bien, cuenta Teresa.

    Esta es tan sólo la primera de cuatro fiestas que Teresa está comprometida a organizar para la casa de costura, pues así lo manda la tradición para las mujeres, quienes poseen 4 almas, a diferencia de los hombres que sólo tienen 3, por eso ellos no pueden dar vida:

    “Como somos mujeres y es un taller de mujeres, la ley de Dios dice que hay que cumplir 4 veces la fiesta, en otros dos o tres años. Espero que haya muchas cosas en esta casa, sueño que esté muy pronto, pienso que debemos hacer funcionar pronto el taller, con mis compañeras y mis amigas”.

    Los últimos preparativos

    Aunque este proyecto corresponde a la comunidad de Bosques de San Elías Repechique, a la fiesta están invitadas personas de otras comunidades rarámuri, algunas relativamente cercanas como Huitosachi o Bacajípare, mientras que otras como Tewerichi están a 3 horas de distancia en vehículo. A pesar de las dificultades para transportarse a la fiesta, las personas comienzan a llegar, tan amontonadas como contentas, en la camioneta tipo pick up –una troca, como se le dice en Chihuahua– que conduce César Pérez, enlace de Consultoría Técnica Comunitaria en el poblado de Creel.

    César es ingeniero ecólogo, apasionado del campo y la naturaleza serrana de Chihuahua, también un talentoso músico que pone el ambiente en los bailes de Creel y los alrededores junto a su agrupación Intrépidos de la Sierra, donde toca el bajo y también compone algunas piezas. Por su carácter, siempre alegre y dispuesto a ayudar, se ha ganado el cariño de muchas personas de las comunidades rarámuri donde le toca facilitar talleres y proyectos comunitarios.

    Para esta fiesta, César no sólo ha ido por muchas de las personas, también ha tenido que ir llenar uno de los tinacos con agua de su propia casa. Con paciencia y su permanente buen humor, cubeta tras cubeta, César me platica sobre la grave crisis hídrica que sufre el poblado de Creel.

    “Podríamos llenar este tinaco en una llave que está allá junto al puente –señala con dirección a la entrada a Creel–, pero la gente empezó a hacer mal uso de ella, lavaban sus carros ahí y al final el Ejército la clausuró. Está muy canijo, el año pasado duramos un mes sin agua y ahorita nomás nos llega tres días a la semana. Pero ni modo, hay que compartirla con la gente para que Diosito nos mande otra poca”.

    Al llevar de vuelta el tinaco a la casa de costura, le informan a César que ahora es necesario ir a la ranchería de Repechique porque las coronas y las sonajas de los matachines que bailarán esta noche están en casa de Carolina. También hay que hacer una escala en la ranchería Río Oteros para recoger una olla con témali (tamales) que están en casa de Emilio Enríquez, comisario de policía de la comunidad. Además, en ambas estaciones habrá de recoger sendos recipientes con más teswino para la fiesta, pues desde temprano se preguntan si será suficiente el que está en el almacén Bowe Najativo.

    Carolina prepara los recipientes con teswino para llevarlos a la casa de costura.

    La tradición del batari o teswino manda que la persona anfitriona de la fiesta ofrezca un poco primero a Onorúame-Eyerúame. Eso se hace con una jícara o weja frente al altar puesto en el patio central de celebración, donde se lanza la bebida a los cuatro puntos cardinales. Una vez hecho esto, sólo queda iniciar la fiesta.

    Una fiesta para fortalecerse

    El sol se ha ido a dormir. Ya comienza el grupo de matachines a bailar con sus coronas y sonajas acompañando el ostinato del violín. El teswino es repartido en wejas, vasos de plástico y cualquier otro recipiente que esté a la mano. Libación tras libación, la fiesta se alza en medio del bosque. Los niños corretean y gritan alrededor de la fogata, las mujeres danzan y dibujan figuras imposibles con sus faldas multicolor: caleidoscopios en la oscuridad. Todos juegan y ríen porque lo importante es convivir y estar felices, porque hoy han venido de muchos lugares a fortalecer la lucha de Bosques de San Elías Repechique. Las pláticas van y vienen, en cada rincón de esta noche, un tema tras otro, se nos agota la conversación. ¿Ya no le queda aliento? ¡Tenga usted más libación!

    Baile de matachines con sonajas y violín.

    Se acerca un chico llamado Alonso, a diferencia del resto, está vestido a la moda de los jóvenes serranos: cachucha nueva de marca, chaleco y jeans, tenis bien lavados para la fiesta. Parece más un joven cantante de corridos tumbados. Vestir no es por vergüenza de ser rarámuri, me cuenta, sino porque le agrada más lo moderno. Su madre es de Cerro de la Virgen, él vive en San Juanito, pero hoy vino porque le parece importante la fiesta, el convivio, platicar, conocer gente de fuera, poder ver las tradiciones vivas de su pueblo. Es elocuente y generoso con su conversación. Le pregunto su edad. “¿De cuánto parezco?”, pregunta con orgullo. “Unos veintitantos porque ya sabes muchas cosas”, le respondo de una. “¡Apenas tengo 18!”, celebra.

    Me encuentro a Severico, tiene 25 años. Vino desde Tewerichi para acompañar en la fiesta. Fue invitado durante el plantón que hicieron los de Mogótavo el pasado 29 de mayo de 2021, cuando se manifestaron en la carretera que va hacia el conocido punto turístico del Divisadero Barrancas del Cobre.

    El plantón y bloqueo en la carretera que conduce hacia el Parque de Aventuras Barrancas del Cobre. Fotografía: Óscar Rosales / Raíchali.

    Por varios días, integrantes de la comunidad rarámuri de Mogótavo denunciaron el acoso que están viviendo por parte de –adivine usted quiénes…– empresarios que ostentan papeles de propiedad sobre el territorio indígena. En este caso, los chabochi son: el aún diputado priista Omar Bazán Flores, el exdiputado Ricardo Orviz Blake, así como los empresarios Agustín López Daumas, Jesús Alberto Cano Vélez y Ricardo Valles Alveláis. La historia se repite.

    “Yo fui al plantón a acompañar a la gente de Mogótavo, ahí me invitaron los de aquí para la fiesta. Cuando me contaron lo que está pasando aquí y en Mogótavo, me preocupé mucho. En Tewerichi todavía no hemos vivido algo como eso, pero puede pasar pronto, por eso estoy aquí”.

    Severico, comunidad de Tewerichi.

    Aquí también está Isabel Monarca, la joven siríame (gobernadora) de la comunidad Huitosachi. A sus 33 años, ya ha sido primera gobernadora durante 8 años y recientemente fue elegida nuevamente por la comunidad para otros 4 años, como mínimo.

    «¿Y usted y yo de dónde nos conocemos?», me pregunta al tiempo que me extiende una weja de teswino. Le recuerdo cuando hace casi cinco años la escuché hablar frente a representantes de Transcanada en el entonces Distrito Federal, hasta donde «Chabela» y otras autoridades indígenas del estado de Chihuahua fueron a encarar a la empresa que quería atravesar un gasoducto por el territorio ancestral.

    Isabel Monarca en el Foro de Pueblos Indígenas y Comunidades Afromexicanas Autonomía Resistencia y Dignidad, 8 de agosto 2019. Fotografía: Suprema Corte de Justicia de la Nación.

    «¡Ah, sí! Usted es el periodista. Pos desde entonces ya hicimos proyecto turístico en Huitosachi, en nuestra cocina comunitaria a la que van los turistas a conocer y también la caseta de acceso. Ya pronto vamos a hacer pulseras para vender ahí mismo», nos comparte Isabel al pequeño grupo que hemos formado para esta plática junto a Luis Pérez, el segundo siríame de Bosques de San Elías Repechique y uno de los principales voceros de la resistencia de esta comunidad en los últimos años. Luis es conocido por su facilidad de palabra, en especial cuando se trata de hablar en espacios de negociación con autoridades mestizas.

    «Yo estoy muy agradecida aquí con Luis –continúa Isabel– porque él me enseñó a cómo hablar cuando yo apenas estaba empezando. Estaba yo muy joven y nos tocaba ir a México a decirles que aquí estábamos siendo perseguidos en nuestros propios territorios. ¿Cómo va a ser eso? Pues si nosotros somos los que pisamos esta tierra, no los particulares».

    Antes de irme a descansar, busco a Teresa González, quiero saber qué se siente haber ganado esta batalla contra el acoso chabochi:

    «Ahorita me siento muy contenta después de tanta friega. No vinieron todas las personas que esperábamos, pero todavía nos faltan las otras fiestas. Ha habido problemas, pero yo me siento tan segura como yo aquí soy. La situación nos afecta a diferentes comunidades como indígenas, así que creo que voy a tener más apoyos todavía, como hasta ahorita».

    Y si pudieras decirle algo a Cuesta, ¿qué le dirías?

    «Que tenemos derecho de que nos respeten. Ahora vienen diferentes comunidades a hacer esta fuerza, la fiesta significa fuerza, la gente pasa a gusto, felices, tomando lo que sea, pero quiere decir que ponemos más fuerza, más granito de diferentes comunidades. Dios sabe cómo está haciendo y cuántas personas están aquí, pisando este taller. Si nosotras no hubiéramos puesto este taller, nadie vendría, estaría el puro monte, pero ahora muchas personas nos apoyan porque es la casa de todo mundo este lugar».

    Son casi las 3 de la mañana, pero la fiesta aún está muy lejos de concluir. Los músicos están animados y con energía suficiente para llegar al amanecer. Frente al altar se baila paskol por turnos, quien quiera entrarle para apaciguar con los pies a la enfermedad que viene desde abajo. Mi cuerpo está por desfallecer y mi habla se vuelve cada vez más torpe. No tengo lo que se necesita para aguantar hasta el amanecer esta hermosa celebración. Sólo tengo dos almas y esta es apenas la primera fiesta de Bowe Najativo.

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