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    Seguridad ciudadana: elecciones sin elecciones y la vía militar

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    Votamos sin alternativas en materia de seguridad ciudadana, justo cuando hay más conocimiento y evidencia empírica que nunca disponibles sobre la gravedad y profundidad de la crisis de violencias.

    Por Ernesto López Portillo para Animal Político.

    Ya terminaron las elecciones. Elegir es “escoger o preferir a alguien o algo para un fin”. En esto que llamaron las elecciones más grandes de la historia, me pregunto cuántas personas emitieron su voto seleccionando una preferencia entre propuestas relacionadas con la seguridad ciudadana.

    Habiendo mirado ejemplos de ofertas electorales y del desempeño de candidatas y candidatos de todos los colores en la competencia, me temo que, si acaso, sería ínfima la proporción de personas que auténticamente ponderaron y escogieron entre ofertas diferenciadas en esta materia.

    Antes de la campaña, candidatas de tres partidos me confirmaron que no eran elecciones de propuestas y, durante el proceso electoral, participé en iniciativas que intentaron confrontar a candidatas y candidatos mediante la deliberación pública de sus ideas, sin lograrlo. Por ello, en varias conversaciones propuse discutir la siguiente pregunta: ¿qué se compite en las elecciones, si en estricto sentido no necesariamente se confrontan alternativas de gobierno para que el elector seleccione entre ellas?

    ¿Y qué pasa cuando no compiten alternativas de seguridad, por ejemplo, en las elecciones por las presidencias municipales? Para dimensionar la gravedad de esto, recordemos varias cosas.

    Primero, los municipios son nada menos que el ámbito de gobierno donde parece multiplicarse a mayor velocidad, tanto la influencia política de las violencias organizadas, como el daño social producto de todas las violencias imaginables; segundo, es en el ámbito municipal donde el conocimiento internacional recomienda priorizar la focalización de las intervenciones, precisamente para contener y transformar las violencias con mayor eficacia. Y tercero, es también ahí donde la vulnerabilidad del Estado se expande de manera reticular, a consecuencia de la crónica debilidad en la colaboración entre órdenes de gobierno, producto de la contaminación político partidista de la agenda de la seguridad.

    Fueron elecciones sin elecciones. Votamos sin alternativas en materia de seguridad ciudadana, justo cuando hay más conocimiento y evidencia empírica que nunca disponibles sobre la gravedad y profundidad de la crisis de violencias.

    Vaya cosa. La mayoría se siente insegura según las encuestas de percepción en todo el país; en la mayor parte de México los gobernantes son reprobados por sus resultados en la materia y llegan las elecciones y la novedad es que no hay novedad. Antes y después de las elecciones el asunto está igual porque en general no se pasó por una auténtica aduana de ideas para hacer las cosas de otra manera.

    Habría que hacer investigación a profundidad para corroborar qué pasó en cada contienda municipal donde no hubo competencia de ideas para construir seguridad ciudadana. Pero sea cual sea el motivo en cada caso, haya habido interferencia o no de poderes de facto legales o ilegales, si tomamos una foto de conjunto, las elecciones ya aportaron al proceso histórico de capitulación civil en seguridad ciudadana y su transferencia a manos militares.

    Si competir por cargos de elección popular no requiere tener ideas sólidas para la seguridad, el efecto rebote, más allá de que se haya o no pensado así en cada caso, es fortalecer la cesión a favor de la toma de control militar, en particular dado el embate presidencial a favor de la militarización y el militarismo.

    Sin alternativas civiles la vía es militar.

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