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    Ventana al exterior

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    Por H.C. Esquivel

    Pánico

    La palabra “pánico” fue quizá la que más se repitió en los medios de comunicación la noche del jueves 27 de junio y durante todo el viernes 28.

    Fueron los principales medios estadounidenses, seguidos por los de otras latitudes del planeta, quienes describieron con esa palabra, el sentimiento que cundió dentro del Partido Demócrata que abandera a Joe Biden para un segundo mandato en la Casa Blanca, al sentir que en el encuentro cara a cara con Trump, habían perdido a su candidato y con él, la Presidencia.

    Y no es para menos, en un aburrido encuentro de 90 minutos organizado por CNN, donde un predecible y poco preparado Donald Trump soltó sus tradicionales peroratas, Joe Biden lució con una voz débil y entrecortada, donde en ocasiones no podía concretar las ideas o decía frases inconexas.

    “Amo a Biden, pero me dolió verlo así”, dijo un analista de CNN al final del debate. Y es que durante el encuentro, el mandatario y candidato reaccionó con expresiones poco naturales a las palabras de su oponente y además de olvidar sus argumentos previamente preparados, en ocasiones no podía incluso encontrar la palabra precisa para completar su idea en medio de momentos incómodos.

    El problema no fue que el presidente de 81 años, el de mayor edad que ha tenido la Casa Blanca, perdiera el debate, (33 por ciento contra 67 de Trump, según la propia encuesta de CNN), sino que mostró en primera persona, en su propia voz y con sus propio desempeño, a un político que ya no tiene las capacidades físicas ni mentales para dirigir al “mundo libre” desde la Presidencia de los Estados Unidos.

    Pero las señales estuvieron ahí.

    Desde meses y años atrás circulaban videos de un Joe Biden extraviado que no sabía a dónde caminar terminado el discurso, de un Presidente de Estados Unidos que confundía nombres de políticos o mencionaba pláticas recientes con presidentes ya fallecidos, que saludaba a seres imaginarios, o que decía que su hijo Beau había muerto en la guerra, cuando en realidad falleció de un cáncer cerebral.

    Durante la celebración del Desembarco en Normandía, el 6 de junio, en el momento en que los honores estaban frente a ellos, Biden volteó distraído hacia atrás, a ver al público, y provocó que tanto su esposa Jill, el Presidente Macrón y su esposa, voltearan con él.

    Pasó días después en la cumbre del G7, que mientras todos veían la llegada de paracaidistas militares, la Primera Ministra de Italia, Georgia Meloni lo rescató de uno de sus extravíos y lo regresó al grupo de presidentes y pasó también con el ex Presidente Barack Obama, quien al notarlo confundido, lo guió cariñosamente a la salida en un evento de campaña en Holliwood.

    La Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean Pierre, calificó tales videos como “deep fake”, es decir, manipulaciones de otros videos alterados por inteligencia artificial.

    Y el velo en los ojos continuó. El 5 de junio el periódico que para nada es favorable al Partido Republicano, el Wall Streel Journal, publicó su artículo “Behind closed doors, Biden shows signs of slipping”, (Tras puertas cerradas, Biden muestra signos de deterioro).

    Andrew Bates, portavoz de la Casa Blanca, acusó al WSJ de repetir en ese artículo, las “mentiras” que los legisladores del Partido Republicano habían repetido por años.

    Para los electores estadounidenses, tanto para los simpatizantes demócratas, como para los republicanos y los indecisos, los supuestos problemas de salud mental del Presidente eran arrojados por los voceros oficiales, en la amplia caja de la lucha partidista.

    Mientras la mayoría de los medios mostraban a un Donald Trump envuelto en escándalos judiciales, para muchos pasó desapercibido el reporte del Fiscal Especial Robert Hur, quien al investigar el mal manejo de documentos oficiales de Joe Biden, después de una larga entrevista con él en 2023, concluyó que el actual Presdente había cometido delitos graves, pero dado su deterioro mental y pérdida de memoria, no era imputable para una condena.

    Si bien para el público estadounidense era debatible el deterioro mental de Biden, no lo debió ser nunca para el aparato gubernamental de ese País, ni para los integrantes del gabinete y mucho menos para las agencias que velan por la seguridad nacional.

    Sin embargo, y pese a ello, el Partido Demócrata lo propuso para un segundo mandato y además de ello, propuso el debate más adelantado en la historia de las campañas estadounidenses y puso en él a un presidente disminuido.

    Medios pro demócratas como el New York Times proponen que Biden abandone la carrera y deje la candidatura a otra persona, lo cual podría ocurrir en la convención demócrata de agosto, para lo cual ya se barajan distintos nombres.

    Para los habitantes del resto del mundo, el pánico no es porque Biden haya mostrado su debilidad en un show televisivo, sino porque el Estado Profundo lo supo desde siempre y con todas sus limitaciones, lo mantuvo en el cargo, con acceso al “maletín nuclear” y con acciones y discurso a favor de la guerra.

    Biden podrá ser expulsado de la carrera presidencial, pero de aquí a la elección hay un tiempo que el Estado Profundo puede aprovechar para meter más caos en el mundo antes de la llegada del próximo Presidente, que podría ser Trump.

    Los primeros ministros de Hungría, Eslovaquia y Suecia se preparan ya con reservas de alimentos para el inicio de una guerra en Europa que ellos dicen, iniciaría en 3 meses, claramente antes de la elección estadounidense de noviembre.​

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