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    Hasta que la consulta se haga costumbre

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    La consulta popular para esclarecer las decisiones de gobiernos pasados duplicó la participación que tuvo en 1999 la del Fobaproa que era, hasta ahora, la consulta ciudadana que tenía el récord de asistencia en México. 6.5 millones de personas salieron este domingo a decirle a los gobernantes que sí, queremos justicia. Y que sí, queremos participar.

    Por Daniela Pastrana para Pie de Página.

    Fotos: Belén Kemch / Pie de Página y Germán Romero, Inti Vargas, Ilse Huesca /Cuartoscuro

    Mi madre, recién descalabrada, caminaba a paso lento por el laberíntico camino que el Instituto Nacional Electoral nos reservó en esta ocasión para encontrar la mesa receptora. Mi hijo se adelantaba a preguntar, un tanto desesperado, mientras la señora que caminaba detrás de mí con la ayuda de una andadera lamentaba lo lejano del lugar.

    Por fin dimos con la mesa, escondida dentro de un Cendi de una unidad habitacional que está detrás del Centro SCOP, en una dirección con calle sin número y con unas hojas garabateadas a mano como únicas pistas para encontrar “la votación”.  Ahí nos topamos con unos amigos, que comentaron que veían a muchos más viejos que jóvenes.

    “Es porque los mayores tenemos memoria de más cosas que han pasado”, dijo mi madre, con enorme lucidez.

    Ya en la mesa, sentí una inmensa tranquilidad de encontrarme en la lista nominal. Hasta entonces entendí la frustración de la gente que quería participar y no pudo hacerlo, porque estaba fuera, porque está enferma, o porque no encontró donde hacerlo.

    Cuando me dieron mi papeleta pensé, sobre todo, en los que ya no están, pero que seguro ahí hubieran estado, como mi querida Lety, el Padre Pantoja y todas las defensoras que se ha llevado esta pandemia. Pensé también en Rubén y Nadia, asesinados hace seis años a unas cuadras de esa misma mesa de votación, y en Regina, Goyo, Javier, Miroslava y en todas las víctimas de esta guerra que jamás pedimos. Pensé en las señoras de La Montaña de Guerrero y la miseria frente al inmoral despilfarro de los hospitales abandonados. Marqué SÍ.

    “Sí. Sí. Sí… ¡mil veces sí!”, pensé. Que los enjuicien. Que asuman su cagadero. Que sepan cuánto daño han hecho. Y que les duela.

    En mi dedo pintado quedó la huella de ese deseo profundo, consciente de que, una vez más, sería minoría, porque el camino a la justicia nunca ha sido corto ni fácil. Y de que, con toda seguridad, la élite partidista desdeñará mi mensaje y el de millones de personas, porque es lo único que sabe hacer.

    Al final del día, cuando ya queda claro que participamos más de 6.5 millones de personas, no hay nada que borre el hecho histórico: es la consulta ciudadana que ha convocado a más personas, desde que existen las consultas en México.

    Es una corta historia de tres décadas, que por alguna extraña coincidencia me ha tocado atestiguar. Aquí, un breve repaso, para desempolvar la memoria…

    El plebiscito

    En diciembre de 1992, yo estudiaba comunicación en la Universidad Iberoamericana cuando llegaron a mi clase de periodismo María Luisa Díaz de León (jefa querida y odiada, ahora amiga entrañable) y Ramón Alberto Garza, a contarnos que unos regiomontanos querían abrir un periódico en la ciudad de México y estaba reclutando soldados de la libertad (no es broma). Lo que siguió fue un largo proceso de selección —un examen de varias horas, una entrevista, un taller de redacción de seis semanas y una estancia en Monterrey para conocer el estilo de El Norte — para ser parte del equipo fundador del diario Reforma, en noviembre 1993.

    Uno de los ejercicios de esa larga prueba fue apoyar la cobertura del plebiscito ciudadano que se realizó en la Ciudad de México, que entonces era el Departamento del Distrito Federal, el 21 de marzo de 1993. Recuerdo que me dieron un aparatito para contar personas y el encargo de instalarme afuera de una de las mesas receptoras a contar personas que votaban y checar que fueran las mismas registradas en el acta.

    Así fue mi primera cobertura periodística “profesional” y mi estreno en eso de la “democracia participativa”.

    Ese primer plebiscito ciudadano fue convocado por seis asambleístas (de la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal) de tres partidos políticos Demetrio Sodi y Alejandro Rojas, del PRI; Amalia García y Pablo Gómez, del PRD; Pablo Jaime Jiménez Barranco y Patricia Garduño, del PAN.

    Un grupo de personalidades del mainstream formó un Consejo Ciudadano coordinado por Federico Reyes Heroles. Las mesas fueron instaladas en lugares públicos y el cómputo estuvo a cargo de la Fundación Arturo Rosenblueth que dirigía Enrique Calderón Alzati.

    Participaron 320 mil personas de la ciudad (6.8 por ciento de los empadronados) que respondieron a tres preguntas:

    1) ¿Está de acuerdo en que los gobernantes del D.F. sean elegidos mediante el voto directo y secreto de los ciudadanos?2) ¿Está de acuerdo en que el D.F. cuente con un poder legislativo propio?; 3) ¿Está de acuerdo en que el Distrito Federal se convierta en un estado de la federación?

    Para las dos primeras preguntas, 85 por ciento dijo que SÍ. En la tercera, fueron más conservadores: 66 votó porque sí.

    Cuatro años después del plebiscito, en julio de 1997, los habitantes de la capital del país elegimos por primera vez un Jefe de Gobierno y un Congreso local. Dejamos de tener Regentes nombrados por el Presidente de la República. Los asambleístas se convirtieron en diputados. Después vinieron las jefaturas delegacionales, que sustituyeron a los delegados, y luego las alcaldías. Y 25 años después, la ciudad de México se convirtió en un Estado.  

    Consulta por la Paz

    En febrero de 1995, después de que el ejército invadió la zona de conflicto y ocupó Guadalupe Tepeyac y otras comunidades zapatistas, Alianza Cívica (una organización que agrupó a las principales organizaciones que participaron en el plebiscito de la Ciudad de México) promovió otra consulta, pero con dimensión nacional.

    En esa ocasión también fueron tres preguntas:

    1) ¿Debe investigarse y en su caso sancionarse a Carlos Salinas de Gortari por su responsabilidad en la crisis económica?; 2) ¿Debe rechazarse el crédito ofrecido por el gobierno de los Estados Unidos?; 3) ¿Debe retomarse la vía del diálogo y la paz y desecharse la vía militar para resolver el conflicto de Chiapas?

    Para los organizadores, la participación fue “cuantiosa”: más de 600 mil participantes (menos del 1 por ciento de la lista nominal), la mitad de ellos del Distrito Federal.

    El resultado fue abrumador por el SÍ. Meses después –el 27 agosto— los zapatistas convocaron a una nueva Consulta por la Paz, con estas preguntas:

    1) ¿Estás de acuerdo en que las principales demandas del pueblo mexicano son: tierra, vivienda, trabajo, alimentación, salud, educación, cultura, información, independencia, democracia, libertad, justicia y paz?; 2) ¿Deben las distintas fuerzas democratizadoras unirse en un amplio frente de oposición y luchar por las 13 demandas principales?; 3) ¿Debe hacerse una reforma política profunda en términos que garanticen equidad, participación ciudadana, incluidas la no partidaria y la no gubernamental, respeto al voto, padrón confiable y reconocimiento de todas las fuerzas políticas nacionales, regionales o locales?; 4) ¿Debe el EZLN convertirse en una fuerza política independiente y nueva?; 5) ¿Debe el EZLN unirse a otras fuerzas y organizaciones y formar una nueva organización política?

    Alianza Cívica se encargó de la organización, y la difusión estuvo a cargo de la Convención Nacional Democrática, creada en Aguascalientes, Chiapas.

    Votaron un millón 300 mil personas, en su mayoría residentes de Chiapas y el Distrito Federal. La gran mayoría en favor de que el EZLN dejara las armas y hubiera una reforma política profunda que garantizara la participación ciudadana y el respeto al voto.

    La portada del día siguiente de Reforma, decía algo más o menos así: “Votan 20 mil en consulta zapatista”.

    El Fobaproa

    Tres años después, en agosto de 1998, Andrés Manuel López Obrador entró en la escena de las consultas populares. Era el presidente del Partido de la Revolución Democrática y convocó a una Consulta Nacional sobre el mecanismo creado por el gobierno de Ernesto Zedillo para salvar a los bancos de la quiebra (el Fondo Bancario de Protección al Ahorro, más conocido como Fobaproa) que sería convertido en deuda pública.

    La consulta se convocó para el 30 de agosto, pero desde dos semanas antes, la dirigencia perredista inició una “cruzada informativa” para la población.

    El PRD puso todas sus prerrogativas en la convocatoria de la consulta. Los mensajes creados por la empresa Tere Struck y Asociados se oyeron en horarios triple A en 447 radiodifusoras de 89 ciudades del país para cubrir 65 por ciento del espectro radiofónico. También ordenó la impresión de 15 millones de dípticos —con ilustraciones de Rius y el Fisgón—, y 10 mil folletos explicativos que fueron distribuidos de casa en casa por brigadistas del sol. También hubo 85 mil reproducciones del video El Fobaproa y usted, realizado por Carlos Mendoza, del Canal 6 de julio.

    López Obrador hizo como dirigente partidista lo que ahora, como presidente del país, no podía hacer (y lo que tampoco hizo ahora Mario Delgado como dirigente de Morena): En dos semanas visitó 29 capitales de los estados para promover él mismo la consulta. Por ese activismo intenso recibió una andanada de críticas — internas y externas — y hasta se ganó una amenaza de muerte.

    Se imprimieron cinco millones de boletas, considerando los votantes del PRD en la elección federal del año anterior.

    Los perredistas esperaban 1.5 millones de votos. Pero votaron 3 millones de personas, la gran mayoría —96.4 por ciento— en contra de convertir los pasivos de ese fideicomiso en deuda pública.

    “Con su extraordinaria participación, los ciudadanos han dicho ¡basta! a que se les ignore a la hora de tomar las grandes decisiones en la conducción política y económica del país”, dijo López Obrador.

    También aseguró que, con base en los resultados, los legisladores del PRD actuarían “con responsabilidad frente al pueblo y la nación».

    Eso no pasó. Los pasivos del Fobaproa se convirtieron en deuda pública y el PRD prácticamente se extinguió (antes de eso se alió al PRI y al PAN). Pero muchos de los que participaron entonces emigraron a Morena y vieron el triunfo en las urnas de López Obrador.

    Los 3 millones de personas que participaron representaban cerca del 3 por ciento del padrón electoral. Y esa había sido, hasta ahora, la consulta ciudadana con más convocatoria.

    Segunda consulta zapatista

    Las consultas populares han sido quizá, el único punto de encuentro consistente entre López Obrador y el EZLN, aunque sus formas y tiempos son distintos.

    En la quinta declaración de la Selva Lacandona, en julio de 1998, el EZLN lanzó la idea de una Consulta Nacional sobre los Derechos y Cultura Indígena, como fueron convenidos en los Acuerdos de San Andrés. Los detalles se discutieron en noviembre, un encuentro con la sociedad civil. La fecha quedó para el 21 de marzo de 1999.

    Nueve días antes de la consulta cinco mil delegados zapatistas (2 mil 500 hombres y 2 mil 500 mujeres) se concentraron en los cinco Aguascalientes (ahora Caracoles) de donde salieron a los 32 estados del país para hacer la promoción. El entonces coordinador para el Diálogo en Chiapas, Emilio Rabasa, declaró que evitar problemas, los delegados no llevarían armas y no se permitiría la participación de extranjeros.

    Se instalaron 15 mil mesas en lugares públicos concurridos de todo el país. Fueron cuatro preguntas:

    1) ¿Estás de acuerdo en que los pueblos indígenas deben ser incluidos con toda su fuerza y riqueza en el proyecto nacional y tomar parte en la construcción de un México nuevo?; 2) ¿Estás de acuerdo en que los derechos indígenas deben ser reconocidos en la Constitución mexicana conforme a los Acuerdos de San Andrés y la propuesta correspondiente de la COCOPA?; 3) ¿Estás de acuerdo en que debemos alcanzar la paz verdadera por la vía del dialogo, desmilitarizando el país con el regreso de los soldados a sus cuarteles como lo establecen la Constitución y las leyes?; 4) ¿Estás de acuerdo en que el pueblo debe organizarse y exigir al gobierno que mande obedeciendo en todos los aspectos de la vida nacional?

    El escrutinio correspondió de nuevo a la Fundación Rosenblueth. Los resultados fueron difundidos por Rosario Ibarra, en nombre de el PRD, que entonces tenía en Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador a sus dos principales figuras. Participaron más de 2.5 millones de mexicanos (en esa consulta podían participar mayores de 12 años).

    Aunque no faltaron las críticas por las preguntas (“Es como preguntar a alguien: ¿quieres ser guapo o feo?, ¿rico o pobre?”, cuestionó un secretario de Estado), dos años más tarde, en agosto de 2001 los derechos de los pueblos indígenas fueron reconocidos en la Constitución, por primera vez desde la fundación del Estado mexicano.

    Las consultas telefónicas de AMLO

    En el gobierno de la Ciudad de México, López Obrador instauró las consultas telefónicas a sus gobernados. Pero no siempre ganó su postura.

    La primera consulta fue en 2001, cuando el horario de verano se convirtió en el primer tema de confrontación del Jefe de Gobierno con el presidente Vicente Fox. Se realizó el 24 y 25 de febrero y participaron 321 mil 933 personas. De ellas, 75 por ciento votó en contra del horario de verano. El jefe de gobierno expidió un decreto para reglamentar los husos horarios en la capital que se contrapuso al del ejecutivo federal. El tema llegó a la Suprema Corte de Justicia, que anuló ambos decretos y cedió la decisión al Congreso. Los legisladores optaron por la aplicación del horario que rige hasta ahora.

    En noviembre de ese 2001 convocó a otra consulta, esa vez sobre el aumento del precio del boleto de Metro de 1.50 a 2 pesos. El ejercicio se realizó con la supervisión del Colegio de Notarios de la Ciudad. Lo curioso fue que votó menos de la sexta parte de las personas que participaron en la consulta del horario de verano: 47 mil 835 ciudadanos (0.8 por ciento del padrón). Y seis de cada 10 aceptaron el aumento.

    En septiembre de 2002, puso a consulta su proyecto de construir el segundo piso del Periférico. La participación fue mucho mayor: 420 mil 536 personas, de las cuales 249 mil 593 dijeron que SI y 129 mil 344 dijeron que NO (entre ellas yo, y en los siguientes años, mientras tuve carro, me acordaba con culpa cada vez que usaba el Segundo piso).

    Además de esas consultas, López Obrador se sometió a la revocación de mandato en dos ocasiones, también telefónicamente.

    La primera vez, en diciembre de 2002. En 48 horas, recibió 658 mil llamadas de apoyo y 32 mil en contra, con una tendencia de aceptación del 95.3 por ciento. Fue la primera vez que en la historia de la Ciudad de México se realizó un ejercicio de este tipo, con la participación de 10 por ciento del padrón electoral. Dos años después repitió el ejercicio, con un resultado similar.

    Muchos dijeron que eran referendums amañados. Pero es inevitable pensar que, si los opositores hubieran entendido el mensaje, quizá no hubieran sido sorprendidos por el resultado de 2018.

    La reforma energética

    En septiembre de 2014, López Obrador se empeñó en que el Senado aceptara organizar una consulta popular sobre la reforma energética y como presidente de Morena, presentó su petición con 2.7 millones de firmas. Sin embargo, el 30 de octubre, la Suprema Corte declaró inconstitucionales las preguntas que Morena pretendía emplear.

    La ministra ponente del caso fue la actual secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien consideró que esas reformas eran temas que le correspondían a la federación.

    El único voto a favor de la consulta popular fue del ministro de José Ramón Cossío.

    Megaproyectos

    El principal punto de distancia entre los zapatistas y López Obrador, como presidente, son los proyectos de desarrollo. Los zapatistas y el Consejo Nacional Indígena dicen, con razón, que los proyectos extractivistas no les benefician nada y que con las consultas que se han realizado sólo se legitiman su despojo. El gobierno alega, por su parte, que las voces de todos los pobladores son válidas, no sólo las de los que se oponen a los proyectos, y que las decisiones serán más justas en la medida en la que más ciudadanos se involucren.

    A pesar de las críticas, en dos de siete consultas se ha logrado frenar proyectos millonarios ya comprometidos.

    El caso más emblemático es el del Aeropuerto de Texcoco, una obra comprometida en la administración de Enrique Peña Nieto que ya llevaba un avance del 30 por ciento cuando López Obrador llegó a la presidencia. La consulta para determinar si se construían dos pistas de aterrizaje en Santa Lucía o se continuaba con las obras en Texcoco se realizó el 25 al 28 en octubre de 2018, aún durante la etapa de transición. El proceso estuvo organizado por académicos y la Fundación Rosenblueth y fue costeado por legisladores de Morena. Participaron poco más de un millón de personas. Santa Lucía ganó con 69 por ciento y el aeropuerto de Texcoco se canceló.

    El otro caso emblemático es el de la consulta para decidir si se construía o no una planta cervecera de Constellation Brands en Baja California, que representaba una inversión de mil 400 millones de dólares y, según la empresa, generaría 4 mil empleos directos. Pero el costo hídrico era demasiado alto en una zona desértica. La consulta fue organizada por la secretaría de Gobernación el 21 y 22 de marzo de 2020. Participaron 36 mil 781 personas, de las cuales, 76.1 por ciento votó en contra de la cervecera. La construcción fue cancelada.

    En noviembre de 2018, después de la consulta del aeropuerto y a unos días de que López Obrador asumiera la presidencia, se organizó otra en los estados del sureste del país sobre los 10 programas prioritarios planteados en su gobierno. Participaron 946 mil personas y 96.1 por ciento votó por el SÍ. En esa ocasión, el vocero del gobierno entrante, Jesús Ramírez Cuevas, destacó que hubo menos errores que en la consulta del aeropuerto. “Todos vamos aprendiendo de estos ejercicios”, insistió.

    Pero no fue así con la consulta que se realizó el 23 y 24 de febrero de 2019 en municipios de Morelos, Puebla y Tlaxcala para decidir sobre el Proyecto Integral Morelos (PIM). Días antes de la consulta fue asesinado el Samir Flores, opositor al proyecto. La consulta fue muy cerrada. Ganó el Sí por el voto de las ciudades alejadas del proyecto, como Cuautla y Cuernavaca.

    En marzo de ese año, el gobierno federal impulsó la consulta a habitantes de pueblos de Oaxaca y Veracruz sobre la construcción del Corredor Interocéanico, en la que participaron 2 mil 734 personas. En junio y julio fue la consulta sobre la Refinería de Dos Bocas, Tabasco, organizada por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiental (ASEA), dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente. El 14 y 15 de diciembre de 2019, le tocó a la población de Quintana Roo, Tabasco, Campeche, Chiapas y Yucatán la consulta sobre el Tren Maya, en ella participaron 100 mil personas. En todos los casos ganó mayoritariamente el SÍ a los proyectos. Pero en todos los casos, activistas y observadores alertaron que no hubo información suficiente para los pueblos.

    Paradógicamente, de los pueblos mayas ha salido una alternativa: Una semana antes de la Consulta organizada por el INE para enjuiciar las decisiones de gobiernos anteriores, tres poblaciones realizaron su propia consulta sobre las renovación de permisos para las granjas porcícolas que están en sus comunidades.

    Sólo hubo una pregunta:

    ¿Le das permiso al dueño de la granja de cerdos de seguir trabajando en nuestro territorio?

    En dos pueblos ganó el NO, y en uno ganó el SÍ.

    Hace unos meses, cuando iniciaba la pandemia, una amiga desde las épocas de la Universidad Iberoamericana y el plebiscito de la Ciudad de México me enlistó los motivos por los que considera que López Obrador es el peor presidente de México. Los primeros tres puntos de la lista eran estos:

    – Canceló el aeropuerto de Texcoco.

     Canceló la cervecera de Mexicali.

    – Su tren lo quiere solo para traer migrantes…

    Mientras las escuchaba, no pude evitar pensar en la distancia que hay en nuestras visiones del país: Yo voté por la cancelación del aeropuerto de Texcoco; habría votado contra la cervecera si viviera en Mexicali; y definitivamente, la idea de que el tren ayude a que las personas migrantes viajen en condiciones menos inhumanas me parece mucho más aceptable que la de que lleve «miles de turistas» a la península.

    Pienso ahora que soy tan ciudadana como mi amiga, pago impuestos, cumplo las leyes, y tengo derecho a que mi opinión valga lo mismo que la de ella. El problema es que en este país, todas las decisiones se han tomado siempre considerando las opiniones de las personas que piensan como ella y nunca las de personas que piensan como yo.

    Ese fue el motivo por el que ayer, junto con mi madre y mi hijo, fui a votar.

    Aunque la suprema Corte haya hecho una pregunta compleja. Aunque el INE escondiera las casillas y no difundiera nada (la diferencia con la organización que hubo hace apenas dos meses es de aquí a Marte). Y aunque mañana toda la élite política hable del «fracaso» de la consulta, yo estoy feliz con mi dedo pintado y la seguridad de saber que, como en todos los procesos, esto no tiene vuelta atrás.

    Seguiremos molestando hasta que haya justicia por los agravios. Y hasta que la consulta se haga costumbre.

    *Este trabajo fue publicado originalmente por Pie de Página, medio que forma parte de la Alianza de Medios de Periodistas de a Pie. Para consultar la publicación original, sigue este enlace.

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